30 de Noviembre. Día Internacional de la Lucha Contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria.
Vivir o sobrevivir.
Esa es la elección que haces de forma inconsciente cuando decides asomarte y adentrarte al pozo, buscando una felicidad que, un día, te darás cuenta que ahí, nunca encontrarás.
Un pozo más hondo y oscuro de lo que puedas llegar a imaginar.
Inofensivo por fuera, pero una vez entras, empiezas a bajar y a bajar, hasta que ya es tan oscuro que no te ves ni a ti mismo, no sabes dónde estás, miras hacia arriba y ya no ves ni un rayo de luz.
Ya no sabes cómo salir y por mucho que intentes pedir ayuda, es el mismo pozo el que impide que alguien te oiga y, a su vez, el que no te deja escuchar lo que los de arriba te dicen.
Intentas salir, convencido de que podrás solo y cuando quieras, pero algo te atrapa. Es imposible, piensas, y es entonces cuando tiras la toalla y, al hacerlo, sin querer, sigues bajando y bajando.
Ya no puedes frenarlo, has perdido el control, ya no eres tú quién está al mando.
Se podría decir que ya te has acostumbrado a ese lugar, lo consideras tu espacio, donde tú controlas, aunque realmente todo está fuera de control.
Estás solo, ya no sabes quién eres. Estás cegado por una venda que te pusiste sin darte cuenta, aterrado por un monstruo que tú mismo has creado, atado, a oscuras y en silencio.
Sin embargo, tu cabeza no para de dar vueltas y los pensamientos van y vienen, arrasando con todo, sin descanso alguno, y créeme, luchar contra tus pensamientos es mucho más agotador y doloroso que la mayor de las luchas libres que puedas imaginar.
Conforme vas bajando, vas dejando todo por el camino: amigos, familia, estudios, ilusión, amor, felicidad… y, a su vez, vas cargando tu mochila de miedos, inseguridades, reglas, mal humor, soledad, debilidad, ansiedad, tristeza, auto exigencia, perfeccionismo, sufrimiento…
Cuando te das cuenta, estás completamente solo y parece imposible recuperar lo perdido, recuperarte.
Tienes que quitarte la venda y darte cuenta de hasta dónde has llegado. Tienes que decir “ya basta” y pedir ayuda.
No hace falta tocar el fondo para ello, simplemente, mira hacia arriba y dime, ¿cuánto has perdido por llegar hasta aquí?, ¿has encontrado la felicidad que buscabas?.
El cambio asusta, lo sé, pero inténtalo por imposible que parezca.
A veces uno mismo puede subir, otras, necesitamos que nos ayuden porque solos no podemos, pero eso no significa que seamos peores o que no vayamos a conseguirlo.
Grita todo lo fuerte que puedas y pide ayuda y, por muy abajo que estés, si de verdad quieres que te escuchen, alguien lo hará.
Seamos honestos, si la bajada fue difícil, la subida es aún más complicada; está llena de tropiezos, de miedo, incertidumbre, cambios…
Te vas a tener que enfrentar a todos tus monstruos, pero si fuiste tú quien los creó, tú tienes el poder de destruirlos.
Tienes que dejarte guiar, confiar en quienes te tiendan la mano, respirar hondo, coger fuerzas y luchar.
Te llevará más o menos tiempo, cada persona es un mundo y cada pozo es diferente.
Lo conseguirás y merecerá la pena cuando llegues arriba y, por fin, puedas respirar.
Arriba te espera todo lo que un día dejaste sin saber cuánto tiempo pasaría hasta volver.
Vas a volver a ser tú, a ser feliz.
Es hora de dejar de sobrevivir y empezar a vivir.
Me llamo Natalia, tengo 19 años y llevo 4 años en uno de estos pozos, el mío, la anorexia nerviosa.
Lo he perdido todo, me he perdido a mí.
Ya me he cansado de sobrevivir y quiero poder vivir y, por ello, estoy recuperándome en la UTCA de Albacete.
El camino es complicado y el cambio da miedo. Yo misma he vuelto a bajar cuando ya estaba empezando a subir, pero no por eso voy a darme la vuelta.
Llegaré arriba y respiraré por fin, cueste lo que cueste.
Pide ayuda, no te calles. El silencio nos acaba matando.
Tú también mereces vivir.