Confieso que soy de esas personas que dejan para el último momento las compras de Navidad. El día 4 de enero -mientras buscaba regalos, rodeada de cientos de personas con el mismo objetivo, y de escaparates luminosos-, me acordé de uno de mis pacientes.
Hace unos meses dimos el alta terapéutica pero, cuando nos conocimos, este paciente era una persona con adicción a las compras. Compraba sin saber por qué. A veces porque sentía que necesitaba algo (que en realidad no necesitaba porque ya lo tenía, solo que en ese momento no se acordaba). Otras veces compraba porque se aburría. Otras veces compraba porque se sentía triste y necesitaba evadirse. Compraba porque había sido un buen día y “se lo merecía”. Compraba porque una app de moda le había mandado una notificación…Y otras veces compraba para parecerse a un influencer que sonreía mucho en las fotos de las redes sociales.
El caso es que esta persona inmediatamente se sentía mejor cuando compraba, y esto era lo que hacía que siguiera comprando (claro). Vamos, que era su forma de gestionarse y a corto plazo funcionaba. Y digo que a corto plazo funcionaba, porque al poco tiempo venían las lamentaciones: La culpa. El estrés por los gastos. La vergüenza. El ocultar los paquetes que llegaban a casa. Las mentiras a su pareja. La ansiedad…
Ahí estaba yo, en medio del trajín de las compras navideñas, cuando paré a observar. Todo estaba repleto de escaparates preciosos. Luces de colores, carteles de descuento, pósteres de personas alegres, y frases que motivaban a la compra. Y ahí, mientras observaba el contexto, me acordé de este paciente.
No dudo de sus capacidades actuales para gestionarse, todo lo contrario, confío mucho en él. Durante el proceso terapéutico analizamos el origen de la conducta de compra, y también el cómo la conducta de comprar se reforzaba por el placer/euforia/sensación de control/alivio que se siente a corto plazo al comprar. Durante el tratamiento psicológico (cognitivo-conductual), esta persona adquirió herramientas para gestionar los pensamientos y las emociones que le llevaban a la compra. A nivel de comportamiento, realizamos exposiciones progresivas (pequeños retos a gestionar por el paciente) y creamos un kit de emergencias para prevenir recaídas. Así que, esta persona tiene ya herramientas de sobra para gestionarse dentro de un mundo que incita a la compra. ¿Pero qué ocurre con aquellas personas que no tienen estas herramientas? ¿Cómo les puede afectar psicológicamente? Es esto lo que me preocupa.
Vivimos en una sociedad que nos invita a pensar que cuánto más tengamos, más nos van a querer. Una sociedad que nos dice que cuánto más tengamos, mejor nos sentiremos. Una sociedad en la que comprar está a un click en nuestro teléfono. Y una sociedad en la que, a pesar de estar hiperconectados a nivel tecnológico, estamos desconectados de nuestras necesidades emocionales (aquí también influye el hecho de que no se nos ha enseñado nada sobre gestión emocional).
Tal y como la evidencia científica indica los tratamientos psicológicos cognitivo-conductuales son eficaces a la hora de abordar la adicción a las compras (Roncero et. al, 2023). De hecho, si has resonado con mi ex-paciente, te recomiendo sin duda buscar a un profesional de la Psicología. Podemos ayudarte.
Pero por otro lado, creo que un ejército de profesionales de la Salud mental, no es suficiente para paliar esta pandemia del consumismo. Es importante que hagamos un ejercicio comunitario de reflexión sobre el daño que ocasiona todo este asunto de las compras a todos los niveles, pero especialmente a nivel ambiental y emocional.
Andrea García Beato.
Psicóloga.
Vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Psicología de Castilla-La Mancha.
Colegiada Nº CM02689