Este 31 de mayo conmemoramos, como todos los años y desde 1987, el día mundial sin tabaco. La OMS ha establecido este día con el fin de poner de relieve los riesgos para la salud asociados al tabaquismo y abogar por políticas eficaces para reducir el consumo. Este año la campaña va asociada al lema “Comprométete a dejarlo.”
Cada año, el tabaco mata a más de 8 millones de personas en el mundo. Según la Encuesta Europea de Salud en España que se realizó en el año 2020, el 19,8% de los españoles fuma diariamente. Este dato resulta halagüeño, ya que la tendencia va a la baja, si lo comparamos con el año 2014, donde el 30,9% lo hacía. El 22% de la población española se considera “exfumadora” y un 55,9% no ha probado nunca un cigarro.
Como sociedad, nuestra relación con el tabaco ha pasado por diferentes etapas. Aún recuerdo con un poco de incredulidad cuando se permitía fumar en medios de transporte, universidades, oficinas y bares; y la polémica que en su día, allá por el año 2011, la aprobación de la Ley antitabaco causó entre fumadores y no fumadores. Esa ley polarizó ambos bandos, y se señaló al fumador, estigmatizándole y presionándole para dejar tal adicción. Para muchos fumadores la famosa Ley les obligó a esconder su placer por el tabaco y les privó de espacios en los que no se sentían cómodos, se llenaron de culpa por no poder, o no querer, dejar de fumar.
Hoy hemos avanzado en muchos sentidos pues se difunden diferentes campañas de prevención y concienciación frente al uso del tabaco, y la Sanidad Pública ofrece opciones para el tratamiento de la adicción, porque también sabemos que la adicción es una enfermedad, y no un vicio como nos decían nuestros abuelos, y debe ser tratada como tal. El fumador necesita apoyos y un tratamiento integral, pues el tabaco es la droga con más recaídas. Sabemos también que el tratamiento con psicoterapia, en ocasiones en combinación con la farmacología, es de los más eficaces. Aunque el merchandising que hay alrededor de la adicción al tabaco (chicles, parches, caramelos, vapeadores.) nos quiera confundir, lo cierto es que la adicción física a la nicotina no dura más allá de unos días, llegando a su pico más intenso a las 24-36 horas. Por tanto, estamos hablando de una adicción psicológica, esa composición que se hace la persona acerca de los poderes casi mágicos, que el tabaco tiene sobre su cuerpo: relajación, placer, compañía, digestión feliz, habilidades sociales y un sinfín de etcéteras que he escuchado entre mis pacientes, que se aferran al consumo como si de su osito de peluche se tratara.
El tratamiento psicológico de las adicciones busca ir a esa dependencia, trabaja desmontando desde dentro todos esos poderes mágicos atribuidos a la droga elegida, encontrando estrategias saludables que llenen esas necesidades emocionales y dotando de habilidades para tolerar la frustración y enfrentar el estrés y la ansiedad. En el trabajo terapéutico se buscan estrategias de afrontamiento en el día a día, se identifican las diferentes asociaciones de estímulos que el usuario ha ido tejiendo para ir deshilando finamente dichas conexiones, se potencian y desarrollan las habilidades de los pacientes para enfrentarse con éxito a las situaciones de riesgo y se les entrena en la prevención de recaídas. El fumador necesita visualizarse a sí mismo, enfrentándose a un día a día sin dependencia a sustancias, y ese es el momento en el que el que se da el verdadero sentido a la manida frase: “No te das cuenta de lo esclavo que eres del tabaco hasta que un día intentas dejarlo”.
Rocío Goitia González.
Psicóloga General Sanitaria, Psicóloga Forense y Terapeuta Familiar.
Psicóloga colegiada en el Colegio Oficial de la Psicología de Castilla-La Mancha.
Col Nº. CM 1407