Este 3 de noviembre se celebra el Dia Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela, incluido el Ciberacoso. Fue declarado por la UNESCO en el año 2020 y desde entonces se señala el primer jueves de noviembre.
Señalar un día para este gran problema de salud pública es ya un gran avance, principalmente porque visibiliza esta realidad y nos recuerda a todos: colegios, padres, profesores y a toda la gente de a pie, que la violencia escolar daña gravemente a niños y adolescentes, que esto es una corresponsabilidad y que nuestra sociedad muestra sus grandes agujeros.
Según datos de la UNESC0 (2021), a escala mundial, 1 de cada 3 niños y niñas es víctima de acoso, y una proporción similar es objeto de violencia física, mientras que el ciberacoso afecta a 1 de cada 10 menores. Asimismo, las peleas entre estudiantes van en aumento, más de 1 cada 3 ha peleado físicamente con un compañero.
¿La Razón? La diferencia.
Esa diferencia maravillosa, que nos hace ser quienes somos, esa que nos define como seres únicos e irrepetibles, la que nos da posibilidad de diferenciarnos del otro y construir nuestra propia identidad, esa marca que nos hace originales es también la causa de nuestra persecución.
Las encuestan internacionales nos hablan de que el aspecto físico es la razón principal por la que podemos ser acosados, seguido de la raza, la nacionalidad, el color de la piel y la situación socioeconómica. Otras razones como la alta sensibilidad, la timidez, la introversión, la fragilidad y aquellas que rompen los estereotipos de género, son atacadas como si fueran un fallo que corregir y así tenemos las consultas: llenas de adolescentes tímidos que se exigen ser super sociales, de niñas y niños hipersensibles que se odian por ser como son, de introvertidos que son exigidos a salir de sus mundos interiores enriquecedores y creativos para conectar con los mundos superficiales que no entienden, de niños obligados por su padres para que les guste el fútbol.
Me pregunto ¿por qué nos hace tanto daño lo diferente? ¿Por qué necesitamos igualdad y homogeneidad, y si no la hay, de manera violenta intentamos subsanar el “error”?
Creo que si apostamos, según los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, por una educación inclusiva, equitativa y de calidad, fomentando oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida y para todo el mundo, si buscamos promover sociedades pacificas e inclusivas, deberíamos bailar la diferencia, disfrutarla, elogiarla y promoverla, primero en las familias, al aceptar a los hijos como son, con sus diferencias y sus personalidades y después en los colegios permitiendo que los alumnos expresen sus diferencias: de opiniones, de estilos de aprendizaje, de culturas y de formas de inserción al ambiente escolar. Quizás un día deje de darnos miedo La Diferencia y aprendamos de ella.
Desde nuestra profesión, abordar la diferencia, el acoso y la violencia escolar es primordial: contribuir a que niños, adolescentes y familias asuman la diferencia y la equivalencia como los dos caras de la misma moneda. Así, el psicólogo educativo tiene una oportunidad de oro para promover valores asociados a la tolerancia, la aceptación y el respeto, previniendo conductas fóbicas y prejuiciosas. Y cuando el daño está hecho, tener especial cuidado con la revictimización y la culpa, responsabilizando al acosado por mostrarse diferente: “eres demasiado sensible”, “es que no sabes defenderte”, “si cambiaras esas pintas”, “eres demasiado tímido”. La responsabilidad siempre será de aquel que no respeta la diversidad y se siente con el derecho de imponer e imponerse.
Rocío Goitia González.
Psicóloga.
Vocal de la Junta de Gobierno del COPCLM.
Col Nº CM 1407