El 30 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), que se identifica bajo el símbolo de un lazo azul.
Tener un día que de VOZ a esta larga y dura lucha, implica entender que de los trastornos alimentarios se sale.
Los Trastornos de la conducta alimentaria son enfermedades mentales de etiología multicausal que presentan altas tasas de morbilidad y mortalidad y gran prevalencia entre jóvenes en países desarrollados. Los trastornos alimentarios suelen estar más presentes en chicas que en chicos, siendo la proporción de un chico afectado por cada nueve chicas.
En nuestro país los datos informan de una prevalencia para los TCA de alrededor del 4.1-4.5% en población adolescente de entre 12-21 años. En concreto del 0.3% para la Anorexia Nerviosa, del 0.8% para la bulimia nerviosa y del 3.1% para trastornos del comportamiento alimentario no especificados en población femenina de entre 12-21 años.
En general los TCA se caracterizan por alteraciones en el comportamiento alimentario con consecuencias a nivel psicológico, físico y social, es decir, que partir de una idea aparentemente inofensiva (“Adelgazar unos kilos para encontrarse mejor”), se puede llegar a convertir en un verdadero infierno de sufrimiento físico y mental donde la persona afectada no se había imaginado llegar.
Hacen falta días como este 30 de noviembre para “gritar” al mundo que datos recientes confirman que más del 65% de los afectados por un trastorno alimentario consiguen la recuperación total, aunque todavía hay un 20% que terminan siendo crónicos.
Por ese motivo hay que seguir luchando, trabajando e investigando. Porque siempre hay una posibilidad de recuperación. Para ello desde la psicología alentamos a familias, padres, docentes, entrenadores… a que, ante cualquier signo de alarma, como la pérdida no justificada de peso, saltarse comidas, actividad física desmesurada, aislamiento social, sospecha de autolesiones etc., consulten con profesionales especializados. La detección precoz puede cambiar el curso de la enfermedad y la prevención con adolescentes ayuda a que estos desarrollen una actitud crítica ante la presión de los estereotipos culturales, a clarificar y jerarquizar valores personales, a objetivar capacidades y expectativas para fortalecer su autoestima y a desarrollar la capacidad para evaluar, rechazando o aceptando, la importancia de ciertos factores sociales.
El estigma generado en torno a los TCA y los comportamientos que los acompañan no definen a las personas que los padecen. El silencio y la baja visibilidad, en ocasiones, lleva a asumir la enfermedad como propia identidad.
Sin salud mental, no hay salud. NO CAMINAIS SOL@S. Sigamos construyendo este camino junt@s.
Esther Valles González.
Psicóloga Sanitaria.
Nº COL: CM 01327