A propósito D… Día Mundial sin Alcohol

El 15 de noviembre se celebra el Dia Mundial sin Alcohol, buscando crear un espacio de reflexión y conciencia sobre la forma en la que el alcohol está inserto en nuestras vidas.

Mucho hemos escuchado sobre el tema y lo dañino que el alcohol es para nuestros cuerpos, sin embargo, nos acompaña en todos los eventos sociales y es el “pegamento” de muchas relaciones. Sabemos por ejemplo que el alcohol es la causa de mas de 3 millones de muertes al año en el mundo y solo en España unas 20.000 muertes al año están relacionadas con el uso del alcohol. (Socidrogalcohol, 2021).

La gran capacidad de nuestro cerebro para protegernos del disconfort y para resolver la disonancia cognitiva, nos lleva a tener una baja percepción de riesgo al justificar el consumo, minimizarlo, racionalizarlo o incluso llegar a distorsionar o negar la realidad, consiguiendo un estupendo sesgo de autojustificación que nos mantiene ahí atrapados.

Siempre comento con mis pacientes lo curioso que me parece el lenguaje al referirse a la cantidad de alcohol que ingieren … “un chupitín, una cañita, un cubatilla…” y de esta manera parece que son más pequeñas las cantidades, más inofensivas, más amigables…

La cuestión médica por supuesto que es muy importante, pero como profesional de la salud mental, lo que realmente me preocupa es la necesidad psicológica que hay detrás del consumo de alcohol. Los miedos que buscamos esconder, la sensación de valentía, e incluso de valía, que buscamos en el cubata, las emociones que se acallan en la “hora de las cañas”, las tensiones que desparecen con el “chupitín” y lo fácil que es empezar el día con el “carajillo”…

Los adolescentes buscan desesperadamente encajar, pertenecer, er mirados, valorados y el alcohol está presente es esas interacciones inseguras; los adultos buscamos en ocasiones sentir menos y en otras sentir más y parece que encontramos en el alcohol el compañero perfecto para lo uno y para lo otro. Está claro que el alcohol es un desinhibidor y en una sociedad que nos exige tanto control y tanta perfección, es fácil buscar una sustancia que nos haga sentir que nada es demasiado importante y que nos comemos el mundo.

El alcohol es un gran desinhibidor social y psicológico que, al liberar dopamina y bloquear la corteza prefrontal del cerebro, logra que las personas se sientan “más felices”, desenvueltas, espontáneas. Cuando el alcohol afecta la corteza cerebral prefrontal, encargada del juicio, la toma de decisiones es afectada, disminuyen las inhibiciones y aumenta la tolerancia al dolor.

Las propiedades estimulantes atribuidas al alcohol son el resultado de la depresión de áreas cerebrales responsables de los mecanismos inhibidores. Como resultado de ello, algunas partes del cerebro y sus conductas asociadas quedan liberadas del freno inhibitorio, así, el pensamiento fluye libremente, pero de manera desordenada y fortuita. El lóbulo frontal del córtex cerebral se ve afectado por niveles de alcohol en la sangre, resultando la hilaridad, expansividad, juicio deteriorado, locuacidad y atención empobrecida. Con el consumo de alcohol viene la euforia y la autoconfianza, la asertividad y la locuacidad, aunque las habilidades motoras se van reduciendo. En el aspecto sexual, el alcohol incrementa la libido, pero debilita el funcionamiento sexual.

El consumo excesivo de alcohol causa una disfunción aguda y crónica del cerebro produciendo trastornos en el sistema nervioso central. Tanto la forma aguda como la crónica provocan alteraciones en la memoria, en las funciones intelectuales complejas (cálculo, comprensión y aprendizaje), además de alteraciones del juicio y la afectividad.

El alcohol es una sustancia al alcance de la mano de cualquiera que busca una experiencia de desinhibición y de relajación, para aquellos que buscan evadirse de estados sensoriales y emocionales incómodos, para aquellos que buscan “no pensar demasiado” o que se sientan frustrados por no verse capaces de tomar una decisión.

El problema viene al día siguiente, cuando el agujero se hace más grande y al final todo fue un ilusión y mis miedos y mis inseguridades siguen ahí.

Podríamos entonces pensar que el problema del abuso del alcohol empieza a solucionarse en casa y en nuestros espacios sociales. Desde muy pequeños. Cuando nuestros padres, maestros y comunidad nos enseñan a gestionar nuestras sensaciones, nuestras emociones, nuestras inseguridades, nuestras frustraciones. Y así, siendo adolescentes se nos permita sentirnos inseguros y fuera de lugar; y de adultos nos demos permiso de quedarnos en nuestras casas llorando una ruptura en lugar de salir de copas para no conectar con el sufrimiento, o que nos autoricemos el derecho de declararnos vulnerables cuando tenemos un hijo o cuando nos empieza a crujir la rodilla … quizás entonces dejemos de recurrir al alcohol para anestesiarnos y para dejar de exigirnos la perfección y el control sobre nuestras vidas.

Rocío Goitia González.
Vocal de la Junta de Gobierno del COPCLM.
Colegiada Nº CM01407

2023-06-02 XV Jornada Regional Psicología y Sociedad (25)
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