La Alta Sensibilidad o Sensibilidad de Procesamiento Sensorial, son términos utilizados para describir un rasgo innato de la personalidad con localización a nivel del sistema nervioso central y de base genética.
Fue la investigadora, doctora y psicóloga americana, Elaine Aron quien, a mediados de los años 90 acuñó el término popular “PAS” para denominar a las “Personas Altamente Sensibles”, haciéndose del mismo modo popular el término “NAS” para los “Niños Altamente Sensibles”.
En la actualidad son diversos los esfuerzos que se realizan a nivel profesional y académico para divulgar y dar a conocer el rasgo de la alta sensibilidad. Aun así, también es muy grande el vacío de información y desconocimiento que existe tanto a nivel de la crianza como desde los diferentes entornos educativos y la salud y psicología en general.
Este vacío, lamentablemente da lugar al mantenimiento de estereotipos negativos ligados a la debilidad del sensible, como su retraimiento, timidez o ansiedad extrema. Desde la psicoterapia y cuando no existe el debido conocimiento, también se pueden equiparar características típicas del rasgo a síntomas patológicos, problemas adaptativos y trastornos psicológicos, produciéndose de este modo falsos diagnósticos o etiquetas que afectan negativamente al niño/adolescente y a su entorno familiar.
Es por ello de vital importancia generar espacios en donde se pueda dar a conocer el rasgo y sus características y saber cómo es el sentir y el comportamiento de un niño y de un adolescente altamente sensible.
Es importante poder entenderlo y poder acompañarlo de una manera saludable y propicia para su desarrollo para que evolucione hacia una adultez armoniosa y feliz y para que su potencial de sensibilidad deje de ser algo raro, extraño o negativo y comience a ser visto como lo que es: un rasgo de la personalidad que se encuentra en una minoría pero que existe y es absolutamente normal.
Es importante comenzar a romper esa tensión que existe en el sistema por equipar o transformar al sensible con el ideal de “normalidad” o al típico y esperable comportamiento infantil/ adolescente correspondiente a la mayoría de la población.
El rasgo se encuentra en un 15- 20% de la población y se manifiesta de manera diferente en cada persona en función de sus experiencias individuales, el entorno familiar y la interacción con otros rasgos de personalidad.
Sin embargo, se pueden destacar la existencia de cuatro factores o características comunes. Se deben identificar cada una de ellas para hablar de una persona altamente sensible y son los siguientes:
1- Profundidad de procesamiento.
2- Sobre-estimulación.
3- Reactividad emocional y empatía.
4- Sensibilidad ante los estímulos sutiles.
En términos generales las personas altamente sensibles tienen una tendencia innata, sea consciente o inconsciente a reflexionar y profundizar en su pensamiento. En los niños y adolescentes esta característica se puede manifestar en una fuerte inclinación a evaluar y analizar las situaciones detenidamente, dificultando a veces la toma de decisiones o pareciendo tímidos o temerosos cuando en realidad están observando y analizando la situación. Tienden a realizarse preguntas profundas y atípicas para niños de la misma edad y suelen tener una vida interior muy rica.
Por esta razón, al ser más conscientes de todo lo que sucede tanto fuera como dentro de sí mismos y al procesar más a fondo la información, los NAS tienen una tendencia a agotarse más fácilmente debido a que su trabajo cerebral es más intenso de lo habitual. Esta característica se denomina “sobre-estimulación” y se puede expresar a nivel de comportamiento en dificultades para dormirse, mayor reactividad frente a los cambios o situaciones novedosas, a los ruidos fuertes o sensaciones consideradas extremas – como la temperatura-. También son más sensibles al dolor.
La empatía se manifiesta en una tendencia natural del niño de poder sentir lo que otros sienten y saber o darse cuenta lo que les está sucediendo, poniéndose en su lugar como si él mismo lo sintiese. Esta empatía combinada con las emociones intensas dan lugar a la compasión. Al sentir todo con una gran profundidad (tanto las experiencias positivas como las negativas) nos podemos encontrar con niños que lloran con facilidad y se conmueven fácilmente ante el dolor ajeno o las injusticias.
De la ya mencionada capacidad acrecentada a nivel del pensamiento y la emotividad que presentan los niños altamente sensibles, se puede derivar una cuarta característica ligada a la sensibilidad ante sutilezas. Así, una conciencia tan agudizada de lo que sucede les permite discriminar lo que perciben con un alto grado de sutileza, percatándose por ejemplo de cambios mínimos en el aspecto de personas, situaciones o lugares. Más específicamente a nivel de comportamiento, nos podemos encontrar con niños que se dan cuenta rápidamente cuando un objeto o decoración ha cambiado en el aula, cuando el estado de ánimo de su maestra o de otro compañero ha cambiado o se encuentra triste, percatándose en variaciones de su voz, mirada o el más sutil estímulo que otros niños no alcanzan a percibir.
Es preciso llegar al entendimiento que los niños y los adolescentes altamente sensibles tienen necesidades diferentes, entre las que se puede mencionar el mantenimiento de un nivel óptimo y equilibrado de estimulación. Del mismo modo se requieren estrategias de afrontamiento del estrés y una gestión emocional adecuada.
Así, la consideración de las demandas y necesidades específicas de un niño/adolescente altamente sensible se convierte en un factor clave a tener en cuenta por parte del entorno familiar para saber de qué manera tratarlos, comprender su comportamiento y sentar cimientos sólidos para que desarrollen su autoconfianza, sus propios puntos de vista, seguridad en sí mismos y vías efectivas de comunicación con otras personas.
María González Gómez. Psicóloga.
María Verónica Carrasco. Psicóloga.