Según informaba la Consejería de Sanidad de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha el pasado 9 de julio, residentes de Psicología Clínica de la Gerencia de Atención Integrada de Albacete, dependiente del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha, han llevado la prevención contra los trastornos alimentarios a las aulas del Instituto ‘Bachiller Sabuco’ de Albacete. El programa experimental ‘ACEPTA-T’ busca además identificar los problemas asociados con el ámbito escolar.
Ante la preocupación por el aumento de casos durante la pandemia, fue el propio centro educativo el que se puso en contacto con la Gerencia de Atención Integrada de Albacete solicitando ayuda y desde la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria (UTCA) del Servicio de Salud Mental se creó este programa para informar a los adolescentes de este instituto.
Tal y como ha explicado la coordinadora de la UTCA, y Decana del Colegio Oficial de la Psicología de Castilla-La Mancha, María Dolores Gómez, “algunas alumnas fueron ingresadas y la repercusión que tenían esos ingresos en el resto de las alumnas y alumnos era muy grande; la idea era ver de qué manera se podía actuar con el objetivo de contener la situación”.
Durante los meses de confinamiento, se incrementó el uso de las redes sociales entre los más jóvenes. En este sentido, la psicóloga clínica ha añadido que “han consumido mucho contenido no muy fiable sobre supuesta alimentación sana, con el seguimiento de supuestos entrenadores, influencers, contando unas cosas que no tienen nada que ver con la realidad y la evidencia científica”. Lo cual ha provocado más situaciones de inestabilidad y pérdidas de peso más graves. “Algo que en 21 años de funcionamiento de la UTCA no habíamos visto”, ha afirmado María Dolores Gómez.
Los distintos estudios realizados al respecto en España, muestran un aumento de la incidencia de los trastornos alimentarios en adolescentes. Un problema de salud que sigue afectando especialmente a las chicas. Por eso, cuando desde la unidad se plantearon el programa, eligieron al grupo de edad de más riesgo para llevar a cabo las sesiones.
Educación
“La idea es que fueran ellas las que respondieran qué conocimientos tenían y en función de lo que iban contestando, les informábamos”, ha explicado Irene Pérez de Lara, una de residentes autoras de la de la iniciativa, junto a Ana Belén Jiménez y Arantxa Andreoli. Lo importante era que las propias jóvenes se lo cuestionaran todo.
En las sesiones también participaron los profesores. Tal y como ha detallado Arantxa Andreoli, “estaban bastante implicados, el equipo directivo se mostró muy agradecido por el programa”. Para las propias residentes en Psicología Clínica, la experiencia ha sido muy enriquecedora pues les ha permitido conocer el contexto donde se mueven los jóvenes.
“Nos hemos enterado de las páginas que ven, cómo crean cuentas falsas para criticar a los demás, el trabajo de campo nos da mucha información para nuestro trabajo clínico”, ha precisado Ana Belén Jiménez.
La educación para la salud y la prevención de los trastornos de la conducta alimentaria son elementos básicos para evitar una enfermedad que puede prolongarse durante años. De hecho, la estancia media en la UTCA de la GAI de Albacete es de unos 90 días. Después, la paciente recibe tratamiento en el Hospital de Día durante siete u ocho meses, así progresivamente, hasta que finalmente solo es necesario acudir a las consultas de seguimiento.
La experiencia piloto, que se ha puesto en marcha en el Instituto ‘Bachiller Sabuco’, ha tenido como objetivos, entre otros, evitar la aparición de la enfermedad; sensibilizar y reducir los factores de riesgo y aumentar las fortalezas; desarrollar un pensamiento crítico frente al modelo estético corporal dominante o aprender a reconocer los primeros signos de la enfermedad.
Porque si los mecanismos de control fallan, ya solo quedan las terapias de tratamiento. En la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria de la GAI de Albacete se adaptan los modelos terapéuticos a los nuevos tiempos, se fomenta la lectura, las actividades ocupacionales y creativas o la comprensión de las relaciones interpersonales de otra manera. En definitiva, que los pacientes encuentren herramientas alternativas para que puedan actuar en su día a día.
“Para evitar que chicos y chicas, cada vez más jóvenes, no quieran quitarse el pantalón largo o la mascarilla por temor, es imprescindible la educación. El control debe ser el de la familia, es necesario que la familia eduque en la crítica. No se trata de unos padres vigiladores, sino que den valores y enseñen los límites”, ha resumido María Dolores Gómez.